[ Escuela Agrícola de Chillán ]

Hacia finales del siglo XIX, en pos de la consolidación de la República y el Estado, así como de una determinada idea de Nación en las aulas. Estos objetivos exigieron nada menos que la transformación de los hábitos de comportamiento de los estudiantes, para lo que la arquitectura de los establecimientos era una herramienta de gran utilidad. El cambio implicó tanto al tiempo como al espacio: por una parte, se dispuso de un tiempo escolar segmentado y secuencial y por otra, se construyeron nuevos edificios que buscaban albergar, para cada función, un espacio específico. En consecuencia, sólo a partir de finales del siglo XIX podemos hablar de una política nacional de construcción de escuelas. En este contexto se enmarca la construcción de Escuelas Agrícolas por todo el país que tuvo su hito más relevante con la Ley de Edificaciones Escolares promulgada por el Congreso Nacional durante el gobierno de Juan Luis Sanfuentes en 1916. La edificación escolar tuvo un auge posterior a la ley de 1916, a partir de tres ejes: mayor capacidad, mejor estilo arquitectónico y especialmente, por la generación de espacios especializados para la enseñanza. Precisamente estas escuelas de enseñanza agrícola venían a suplir un déficit en la enseñanza de esa área, teniendo en cuenta su instalación en sectores donde el desarrollo de la agricultura tenía un mayor crecimiento. La enseñanza agrícola tenía por misión fortalecer la enseñanza práctica en las labores agrícolas, entregando a los alumnos la preparación necesaria para dedicarse luego a las tareas del campo. Las escuelas poseían huertas y a los alumnos se les concedía la propiedad de los productos cosechados. También se elaboraban productos que eran ofrecidos en exposiciones agrícolas organizadas por la misma escuela. Este proceso de implementación de la enseñanza agrícola fue paulatino y a menudo debió lidiar con la escasez de material para la realización de las labores prácticas.