[ Restos del Puente Cal y Canto ]

El Puente de Cal y Canto es, junto con los Tajamares del río Mapocho, la obra de ingeniería más importante de la Colonia en Chile. La iniciativa para construirlo surgió de la evidente necesidad de contar con una vía que comunicara la ciudad con su sector norte, La Chimba. Tal función cumplía antiguamente un puente de cal y ladrillo que fue destruido por la crecida del río acaecida en 1748. Posteriormente, se contó con un puente de madera, techado, emplazado frente a la Recoleta, llamado “Puente de Palos”. Este último, sin embargo, no permitía el paso de carruajes. En 1764 se emprenden las primeras gestiones para la construcción de un nuevo puente, que planificaron los ingenieros a quienes se encargaría la fortificación de la Frontera y de Valdivia: José Birt, Juan Garland y Leandro Badarán. Supervigiló toda la construcción con gran celo y cuidado el corregidor Luis Manuel Zañartu; él dispuso el empleo en ellas de los reos de la cárcel, que debieron trabajar encadenados y bajo el látigo de férreos mayordomos. Como la construcción demandó gran cantidad de mano de obra, Zañartu se valió para reclutarla de redadas en las chinganas y bodegones frecuentados por el pueblo; los que no conseguían huir eran llevados a trabajar a la obra por uno o dos meses, bajo el cargo de algún delito menor. Estos hechos, y las numerosas y sangrientas sublevaciones que protagonizaron los reos, hicieron que el recuerdo de esta obra perdurara por mucho tiempo en la memoria popular. Los cimientos y pilastrones del puente fueron de piedra blanca y roja, extraída de los cerros Blanco y San Cristóbal. En aras de la economía, se decidió levantar los arcos no con piedra sino con cal y ladrillo. De cal y ladrillo serán también las “casuchas” que se construyeron posteriormente sobre el puente, para albergar puestos comerciales que convertirían el puente en un pintoresco paseo. El puente constó de diez pilares, unidos por once arcos de medio punto. De alto, hasta la calzada, tenía 9 metros. Su extensión era de 200 metros de largo, incluidas las rampas de acceso. El 10 de agosto de 1888 una nueva crecida del río Mapocho derribó tres arcos del puente, para consternación de la población santiaguina. Los restos de esta gran obra fueron descubiertos en 1986, a raíz de la construcción del Metro de Santiago.