[ Iglesia San Francisco ]

Castro constituye el centro urbano desde el cual se organizó la evangelización de las poblaciones indígenas del Archipiélago de Chiloé, proceso que se inició con el establecimiento del poblado y la fundación de su parroquia, en la década de 1560. Los primeros religiosos que acometieron el desafío de convertir a los indígenas, huilliches y chonos principalmente, fueron los franciscanos y mercedarios. Su labor fue continuada por los jesuitas, que llegaron a la zona en 1608 y establecieron el sistema de misiones itinerantes. Estas misiones, que hacían recorridos anuales por las islas, dieron lugar a numerosas capillas, las cuales son hoy muestras de incalculable valor de la devoción de los habitantes de la zona, de la maestría técnica de su trabajo con la madera y de sus eximias dotes artísticas. En 1767 los jesuitas fueron expulsados de todos los dominios de la Corona Española y por decisión de la autoridad virreinal los padres franciscanos del Colegio de Ocopa (Perú) continuaron la labor de la Compañía en Chiloé. Ellos establecieron en Castro su Colegio Mayor de Misiones y erigieron una iglesia que fue destruida por un incendio en 1902. Cuatro años más tarde, la congregación emprendió la construcción del nuevo templo, que es el que existe en la actualidad, y que fue terminado en 1912. La Iglesia San Francisco de Castro cierra el ciclo de construcción de las Iglesias de Chiloé, siguiendo en algunos aspectos la tradición chilota y apartándose de ella en otros. A diferencia de las iglesias chilotas tradicionales, la obra tiene un arquitecto responsable, el italiano Eduardo Provasoli. Sin embargo, participan en la construcción tanto los religiosos de la orden como los maestros y artesanos vernáculos, herederos de la tradición chilota de trabajo de la madera. Provasoli es autor de un diseño bastante original, que traduce elementos neogóticos y clásicos en el estilo de construcción local. El templo es de madera de roble, ciprés y ulmo, cubierta exteriormente por planchas de fierro galvanizado. Su planta consta de tres naves, siendo la central la más ancha. Tiene 25 metros de ancho por 52 de largo; la altura de la nave central es de 16 metros. La construcción tiene dos torres. En el interior, las naves están separadas por cuatro columnas en cada lado. El aspecto exterior de la iglesia es particularmente atractivo; particularmente vista desde su parte posterior es posible apreciar un curioso juego de volúmenes que producen la nave transversal del templo, la sacristía, el ábside y las tres naves longitudinales.